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Mensaje  circa Vie Dic 05, 2008 7:03 am

Todo comienza en un mercado, probablemente como cualquier otro, llena de gente trabajadora, alegre, cómica y de buena voluntad. Una diferencia que se puede encontrar en esta es la llamada batalla de los sexos dentro del mercado. Si un hombre molestaba a una dama, el resto de las mujeres iba a defenderla con humor negro y barato, lo cual hacía que los otros hombres del mercado fueran a defender al afectado con lo mismo.
Esto sucedía en el centro del mercado, los jefes con experiencia abandonaban sus puestos de trabajo dejando a los más jóvenes a su reemplazo, de los cuales más de alguno cerraba e iba a ver la contienda.

Era feroz y divertida, los compradores en el mercado se deleitaban del teatro improvisado y dejaban lo que hacían para unirse al bando respectivo. Todo esto dentro de los márgenes del respeto, todo era risible y lo que no lo fuera, no estaba en el centro del mercado dentro de esta batalla épica.

Generalmente empezaban con disputas entre vendedores por quien tenía las lechugas más frescas, las manzanas más rojas o la carne más barata y de mejor calidad...
Sin embargo, hubo un día sin pleito... De hecho, el mercado entero lloró y sollozó ese día.
La señora Mercedes había fallecido en su puesto de trabajo. El mercado se congeló. El mercado lloró.

Luego de esta tragedia, el lugar no parecía ser el mismo, lo lúgubre del local que era apagado por las risas parecía estar en su máximo esplendor.
Ya nadie peleaba por los compradores y sus sonrisas falsas eran de notar.
Días pasaron y literalmente quedó un vacío en el puesto de la sra. Mercedes, la reconocida garabatera y sirible señora que le daba vida al mercado y retaba a todos los hombres a reunirse al mercado al centro para intercambiar unas palabras, no tenía ayudante pero no le importaba, lo dejaba de lado puesto que estaba en el centro, incluso hubo un par de veces que ni siquiera de dio la molestia de dejar su puesto para dirigirse al grupo de los hombres.

Pasaron días y días así, hasta que llegó un reemplazo para la querida difunta, una niña muy hermosa y con apariencia de piadosa. Llegó un día lunes muy temprano, antes que abrieran el mercado incluso. Quien hacía esta obra era el carnicero, el señor Lara , quien no se extrañó en lo absoluto de la presencia de la niña tan temprano fuera del mercado, aún estaba estupefacto producto de la muerte de su compañera de trabajo.
Al abrir las colosales rejas del mercado se percató que la niña entro y se dirigió al centro absolutamente sola y se fue al puesto de la señora Mercedes sin hablar una sola palabra y empezó a revisar el puesto, lo que hizo enojar al sr Lara que era el único al rededor.

Sr Lara: a ver señorita, ¿qué cree que está haciendo?
Niña: Estoy buscando donde guardaba el dinero la sra Mercedez.
Sr Lara: Cómo puedes ser tan descarada y decirlo tan así, como si no fuese nada, sal por las buenas o te saco yo por la mala.
Niña: Pero ud. no entiende, yo trabajo aquí ahora, vengo a reemplazar a la sra Mercedes. Tome esto.

La niña le pasó una carta en la cual designaba a la niña como nueva dueña del local, y además daba un saludo enorme a quien estaría leyendo la carta, el Sr Lara.
Lo sabía porque era obvio que la niña llegaría temprano y se toparía con quien abre el local, quien además resultaba ser su mejor amigo.
El hombre se emocionó y una sonrisa honesta le brotó del rostro, y le dio la más cordial bienvenida a la niña que gracias a la carta supo nombre. Mercedes.

Cuando finalmente llegaron todos los trabajadores del mercado, pasados unos minutos, mientras todos se preguntaban quien era esa niña. La duda parecía opacar la tristeza en algunos; el sr Pérez se paró en el centro del mercado llamó a Mercedes a su lado y les explicó a todos quien era.
Las mujeres la saludaron cordialmente como una madre recibiendo a un nuevo miembro de la familia, los hombres más pícaros la recibieron como quien recibe a una diva.
Al primer comentario desubicado del picante del Sr. Cuevas salió a defender la Sra. Flores y se fueron al centro a comenzar una disputa... Con toda la alegría propia de cada contienda el humor y las risas abundó nuevamente en el mercado...

Continuará...

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