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Begonias Para Ocarino (Cuento)

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Begonias Para Ocarino (Cuento) Empty Begonias Para Ocarino (Cuento)

Mensaje  Vae Victis Sáb Ene 31, 2009 2:48 pm

— Desconéctame – imploró Ocarino, al tiempo en que su amigo le lloraba.
— No tiene caso hacerlo – las lágrimas de Bautisto Cerda no eran más que lagunas mentales de tristeza.

Desviando la mirada un tanto a sus lados, no había más que máquinas. El respirador artificial, el electrocardiograma y todas las paredes desteñidas en fealdad y suciedad visual. A la izquierda un estante casi holográfico con medicamentos; nombres extraños y eufemismos de muerte. Bautisto se secó las lágrimas e intentó borrar las de su amigo.

— No lo hagas – dijo Ocarino. Su mente ya se había ido aquellos meses – No me limpies los ojos si me quieres ver sufrir.
— No te quiero ver sufrir, amigo – respondió Bautisto, suspirando con ansiedad – Entiende que no te quiero ver sufrir.

El carisma iba careciendo de dicha y la monotonía relucía mañanas nocturnas. Aquella noche sólo pájaros vacilantes cantaban. Bautisto caminaba, cabeza gacha, por las calles aledañas al hospital. Volvía a casa, aunque los últimos días su casa era otra. Recordaba con recelo intercambios de palabras amargas con Ocarino, su amigo caído. La ciudad, de noche, parecía un réquiem vaticinando la partida del alma, mas el hombre no entendía qué alma merecía irse en aquella lobreguez. La fealdad era sugestiva, con sólo respirar la belleza nocturna de las calles, el parque de diversiones, la plaza central y los departamentos modernos volvían a impregnar la piel de Bautisto, el abrumado.
Su amigo se estaba despedazando con el tiempo, se moría lentamente. Lamentablemente, no era una enfermedad lo que padecía, sino la locura misma del falso encantamiento.

— Déjame verla – Gritó suavemente el paciente, cerrando los ojos y estirando ambos brazos. De pronto abrazó el aire y sonrió – Te necesitaba.
— No puedo traerla, sabes por qué – Respondió al rato Bautisto, ignorando la actuación de Ocarino – No estás bien, si sólo supiera qué fue lo que te sucedió.
— ¿Quieres saber? – interrogó Ocarino. Abrió los ojos y los fijó en las inmensas y estáticas pardas pupilas de su (quizás en algún tiempo) amigo – No eres capaz de sostener con tu delicada personalidad la verdad de las cosas. ¿Por qué me asechas? Eres débil siendo yo el que debo estarlo.
— Yo… – Bautisto no estaba seguro de querer saber, el miedo lo envolvía.
— Eres débil, Bautisto – confirmó el destrozado Ocarino – Ahora tráemela.

Desde el momento en que Bautisto vio a Ocarino en el hospital, nunca pudo olvidar su rostro demacrado, sus ojos repletos de odio y ansiedad, sus labios resecos y trizados, su nariz quebrada por el viento. Peor aun era el recuerdo de sus hombros dislocados y su túnica de enfermería, así tan descuidada, ensangrentada. La enfermera de turno se la había intentado sacar una y mil veces, pero la persistencia egoísta de Ocarino obtuvo resultados: en días normales, la niña sólo entraba a revisar signos vitales. En ocasiones especiales, lo saludaba. Los doctores, maquiavélicos en algún sentido, esperaban una evolución del paciente, pero con más esperanzas aguardaban su descenso. En los pasillos contiguos a la sala de Ocarino, el silencio era innato. Ya en tan pocos días era de saber que el hombre aullaba al escuchar gente hablando cerca de él, y a pesar de su confesado odio hacia Bautisto, era el único hombre al que le permitía hablar sin aullar; pero lo ignoraba.
Bautisto caminaba, con sus pulmones abiertos, un tanto más relajado por las calles de la ciudad. Era muy tarde de noche y había que descansar. El día siguiente se vendría agitado, lo sabía, por lo mismo había que tener fuerzas. Tenía que conversar con ella.

— Eres tú – le dijo Bautisto a Melinda, cuando era tiempo, con los ojos ya un poco nublados – Eres tú la razón de todo esto.
— ¿Yo? ¿Por qué yo? ¿Qué he podido hacer yo? – preguntó la niña, desesperándose.
— Nada, esencialmente, pero sin saberlo has hecho algo importante – comentó Bautisto. Melinda lo miró desahuciada y levantó los hombros.
— Se ha enamorado de ti.

La noche antes de aquella conversación con Melinda, Ocarino no durmió nada, un mal indicio de lo que podía venir. Irónicamente, se sentó en su camilla, encendió la televisión y se puso a mirar idioteces mientras murmuraba algunas palabras.
Hace sólo un par de días, un nuevo destacamento de funcionarias había llegado a trabajar. Era tiempo de la primera experiencia laboral para la nueva bella enfermera, recién titulada. Entró al cuarto de Ocarino sólo para conocer a su paciente; nadie le había advertido de quién era.

— Buenas noches, veo que aún está despierto – le dijo sonriendo. Su sonrisa era espectacular para cualquiera; no para Ocarino. El silencio aclaró lo tenso de la situación. La mujer, con pasos seductores, se acercó al hombre y lo miró de cerca.
— Sí está despierto, me había asustado – Rió sonrojadamente. Dio unos pasitos atrás y detuvo la risa, pero dejando la sonrisa – ¿Le comieron la lengua los ratoncitos? – Ocarino la miró a los ojos seriamente, asustándola.

En su corta experiencia como practicante, pareciese que la enfermería no era una profesión demasiado difícil. Podía tener bajos denigrantes en algunos casos, pero eso no la hacía difícil. Definitivamente, estaba equivocada. Por un momento pensó que ésa no era su vocación. Ocarino dejó sus letargos mentales para dedicarse a observarla. Ella, estética, atinaba sólo a mirar a ratos los aparatos médicos, simulando chequear la salud de Ocarino.

— ¿Tiene usted calor? – dijo al fin – Le abriré un poco las ventanas. Ocarino no contestó, pero tampoco rechazó la idea. De todos modos, el aire estaba denso. Abrió entonces la boca, sacando su voz regular, ni muy baja ni muy fuerte.
— ¿Cómo te llamas, enfermera? – tan simple pregunta hizo titubear a la joven.
— Usted llámeme Benigna.
— Benigna será, entonces – respondió Ocarino, suspirando levemente – Tendrá que esforzarse mucho. No lo digo para que mejore la mediocridad de la antigua enfermera, sino para que mejore lo pobre de su propio desempeño.

Benigna salió rápidamente de la sala, simulando el fin de sus labores aquella noche. Dijo que volvería en la mañana y luego le tocaba descanso. En el fondo, estaba asustada. Sabía que Ocarino era una persona indefensa e incapaz de herirla físicamente, pero en su primera noche de trabajo ya la había acuchillado en la emoción. Lloró por los pasillos, haciendo aullar a Ocarino.
Al día siguiente, antes de entrar de nuevo a la sala, vio a Bautisto con una mujer al lado. Les sonrió y al rato les cedió la entrada.

Melinda volvió a su casa desgarrada esa tarde, por primera vez pasaron muchos pensamientos fúnebres por su mente. Naturalmente, ninguno fue un vaticinio, pero sí era el comienzo de una nueva vida, radicalmente diferente en colores, sabores y aromas. En su mano llevaba unos pétalos restantes de las begonias que había llevado al hospital. Por su parte, Bautisto se liberó de sus presiones, no reservó begonias en sus manos y llegó a dormir la mejor siesta que jamás había dormido. Era como una celebración fortuita, su amigo se había recuperado.

— Bautisto, amigo mío, viniste con ella – dijo Ocarino en cuanto entraron al cuarto.
— No me hables a mí, hombre – respondió Bautisto. Dio un paso atrás y, con un sutil empujoncito, hizo caminar hacia la camilla a Melinda, que llevaba las begonias.
— Hola, Ocarino – saludó con un natural gesto de benevolencia. Le dejó las begonias en la camilla, quedándose con sobras en su palma. Al minuto las flores murieron.
— Hola, Melinda – contestó sonriente el enfermo – Gracias por haber venido.

Los segundos que continuaron, no obstante, fueron un suplicio. Ocarino estiró sus manos, como llamando a Melinda, pero la mujer no reaccionó. La miró directo a los ojos y le sonrió.

— Te amo, Melinda – le dijo. Estiró entonces su mano derecha, alcanzando la conexión del respirador. En aquellas milésimas de segundos, Ocarino ojeó con una rápida mirada a Bautisto, su antiguo amigo que corría hacia él. Entonces, desconectó la máquina – Te amo, Melinda.

Ya de noche, en su casa, Melinda sentó su cuerpo en el escritorio del dormitorio, sacó un papel y un lápiz y se puso a escribir. Por primera vez en su vida escribió poesía; no como tal, sino que como una carta para Bautisto. Al cerrarla, escribió por fuera, con una letra grande y sofisticada:

“No lo hagamos, no es correcto”.

Bautisto alcanzó el respirador artificial y lo conectó otra vez.

— No lo harás de nuevo, Ocarino – le advirtió, aunque sin mostrar cólera.
— Puedo ver a través de tus ojos, Bautisto – le respondió el paciente – Siempre quisiste saber lo que era la agonía. Ahora por favor, acaba con ella.

Melinda avanzó lentamente, sólo hasta que los ojos de Ocarino volvieron a clavarse en ella. Echó un vistazo alrededor. Vio por primera vez a Bautisto enrojecido de ansiedad, desesperación y llanto. No pudo contener las lágrimas que cayeron por sus suaves y tersas mejillas. Cerró los ojos por unos segundos, escuchando solamente el sonido electrizante del electrocardiograma. Notó entonces como su propio latido iba al son del ritmo del corazón de Ocarino, y se largó a llorar. Ocarino la miró con nostalgia y espero pacientemente hasta que ambas miradas se encontraron de nuevo en aquel espacio.

— Te amo, Melinda. Siempre te he amado.

La mujer lloró aún más, tapándose la cara con las manos. Se acuclilló y se quedó así unos segundos. Luego de un par de gritos sordos, volvió a erguirse.

— Ocarino – le dijo decidida. Sabía que iba a doler – Bautisto y yo nos vamos a casar.

Nunca antes había visto un gesto tan comprometido con la desolación y la extrema desesperanza, esta vez en el rostro de Ocarino. Fueron así segundos de tristeza compartida, mientras que Bautisto esperaba alguna reacción de su amigo. Él mantenía sus manos en el enchufe del respirador, pero no atinaba a moverse hacia ningún lado. Ni siquiera opinó algo acerca del casamiento, ni del dolor. Ocarino lo miró con sus ojos destrozados en lágrimas. Las gotas le habían caído ya hasta el mentón, que a su vez tiritaba de dolor. Sólo atinó a abrir la boca un tiempo después de mirarlo fijamente a los ojos. Fue necesario comprender que ambas miradas reflejaban lo mismo, por lo tanto no había traición.

— Por favor – le suplicó a Bautisto. Lo continuó mirando, y luego le sonrió. Bautisto se mantuvo firme por un tiempo, pero la mirada de su amigo se extinguía en el vacío; lo iba a perder de todas formas. Cerró los ojos y miró a su comprometida Melinda. Ella, por su parte, dio media vuelta y se encaminó a la puerta. Bautisto se levantó y caminó también, con el enchufe en su mano. En el silencio sólo se escuchó la agitada respiración agónica de Ocarino.
— Te amo, Melinda – le dijo, justo antes de perderla para siempre.
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Mensaje  camicami Sáb Ene 31, 2009 3:26 pm

esta buenisimo el cuento
es de esos que te envuelven
y no puedes dejar hasta la última línea
felicitaciones Smile
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Mensaje  Dream Walker Dom Feb 01, 2009 4:44 am

Cebollento el cuento. No es algo necesariamente negativo, pero es algo que vale la pena remarcar. Pensaba que la historia tendría algún giro interesante, y de hecho, venía construyendo bastante bien el suspense hasta que se develó lo de la boda. Eso, en realidad, arruinó lo grimm que podía ser el cuento y lo ubicó al nivel de una teleserie, una película gringa de Diane Keaton con Tom Hanks o un libro de Marcela Serrano.
Mi recomendación al respecto es volverlo más oscuro, sórdido y devastador. La muerte de una persona enamorada no significa nada mientras de lástima, y vaya que este tipo daba lástima. No te digo nada de los aspectos románticos de este cuento, porque estoy seguro que ya los tienes claros.
Algunos detalles:

a) Evita esas descripciones barrocas innecesarias, como "eufemismos de muerte", "la monotonía relucía mañanas nocturnas", "Ocarino, su amigo caído", "Bautisto, el abrumado", etc... (las hay durante todo el cuento). Digo que son innecesarias porque son poco precisas con el lenguaje (la segunda sencillamente no la entendí), accesorias, en cuanto puedes explicar lo mismo con diferentes palabras y de forma más sencilla y sin finalidad narrativa, sino poética. El cuento no adquiere valor estético por como se escribe, a diferencia de la poesía, es básico en la narrativa.

b) Problemas ortográficos sencillos, especialmente en los diálogos. Revisa cuando abres y cierras guiones, por ahí se te pasaron un par que no iniciaste y que no separan narración de diálogo, lo que hace confusa la lectura.

c) ¿Qué papel tenía la enfermera? Le dedicaste como un párrafo completo y después de la anécdota nunca más se supo de ella. Esto es lo mismo que las descripciones barrocas, solo que la primera es a nivel de forma y este vicio es a nivel de contenido. Volver accesorio un personaje o una situación son lujos de una novela de 300 a 500 páginas en donde sencillamente no importa y pasa desapercibido, porque en la novela lo importante se va señalando con reiteración: el mismo lugar, los mismos personajes, los mismos temas, etc... Lo que pasa una sola vez, no tiene mayor relevancia a menos que esté marcado de otra forma.
En el cuento todo pasa una sola vez, por tanto, todo tiene relevancia. Las reiteraciones son innecesarias (nuevamente, salvando excepciones) por lo que tienes que tener mucho cuidado con qué elementos quieres trabajar para no desperdiciarlos.

d) ¿Bautisto? ¿Ocarino? ¿Benigna? ¿Soy yo o todos esos son nombres campestres? No digo que sea algo necesariamente negativo, sino que me llama la atención la tendencia a ruralizar tus personajes y paisajes. ¿Qué problemas hay con trabajar con personas urbanas y de grandes ciudades?

e) Las 3/4 partes del cuento están interesantes, la narración es ágil y se construye un agradable suspense que no es patético, sin embargo, en el último cuarto, se desmorona lo construido. El personaje principal es francamente patético y el secundario, por el contrario, se comporta muy apático (de hecho, creo que no dice nada más después de tomar el enchufe), todo esto mojado por las lágrimas de una llorona empedernida. Lo siento, pero eso arruina el cuento totalmente, además, queda la sensación de que la imaginación se vació al llegar a esa parte, porque hasta ahí tenías una situación que podía ser potencialmente cualquier cosa; cuando lo rematas con ese final, sencillamente parece que alguien más hubiese venido después de ver el último capítulo de "Rojo y miel" y se puso a escribir.

P.S: Mis críticas siempre suenan o se leen de forma pesada, pero no hay intención detrás de eso, es solo apariencia. Te pido disculpas de antemano si te sientes ofendido por cualquier cosa que haya dicho.
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Mensaje  Angelcoma Dom Feb 01, 2009 4:04 pm

no me gustaron los nombres. el cuento sí, porque me acordé demasiado cuando hice la pasantía por la uci del Sanatorio Alemán...
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Mensaje  Vae Victis Dom Feb 01, 2009 7:57 pm

Primero que todo, debo decir que ninguna crítica me ha ofendido y dudo que alguna vez lo hagan, pues son sólo críticas; una ofensa sería sólo decir: tu wea es muy mala, chao.

a) A pesar que tienes razón en lo que dices de las descripciones, no encuentro que sean malas como para tener que evitarlas. Se llama estilo, cada uno tiene el suyo. El que vivamos en el siglo XXI no significa que esté netamente obligado a escribir con el estilo del siglo XXI.

b) Mucha razón, correjiré e intentaré no caer en el error de nuevo.

c) Mucha razón también, intentaré no cometer errores tan delicados a futuro.

d) No son campestres, son inventados. Siendo muy estricto, quizás alguna vez en mi vida haya escuchado "Benigna" como nombre rural, pero nada más. Nunca en mi vida había inventado nombres para escribir, siempre hay una primera vez para todo, incluso aunque a nadie le guste. Es como lo que suele hacer García Marquéz en sus obras: nombres inventados, alteraciones de nombres o nombres muy raros, como Fermina o Aureliano. Definitivamente no tiene nada que ver con esa crítica anterior de lo rural contra lo urbano.

e) Entiendo lo último como opinión, pero no encuentro que algo tan personal sea mérito para calificar un cuento como "Arruinado". Como tu dices, la historia tenía potencial para terminar en cualquier cosa, si hubiese sido diferente, quizás te hubiera gustado, pero al próximo critico no... Sólo quiero decir que si se arruinó lo anterior fue un problema con lo anterior, porque el final lo tenía pensado incluso antes de escribir la primera palabra.

..

Saludos y gracias por la crítica.

PD: Gracias Dago por tu opinión, creo que ya expliqué el por qué de los nombres. (Como anécdota estúpida, el mismo día que escribí el cuento me compré una ocarina. Sin darme cuenta, eso afecto al 100% en el nombre del personaje principal)
Saludos.
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Mensaje  Danu Mar Feb 03, 2009 3:12 pm

Me pasa lo mismo que me pasa con la mayoria de tus cuentos, lo mismo que dice la cami =)
son de esos que empiezas a leerlo y no puedes dejarlo hasta que lo terminas =)

Me gusto pinwy ^^
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Mensaje  So Lun Feb 16, 2009 12:11 pm

aiiinsss.. está precioso Francisco!
me enamoré de Ocarino ^^

gracias Smile

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Mensaje  paloma larraín Jue Feb 19, 2009 1:42 pm

Creo que tu sabes que me gusta mucho como escribes, porque es ágil la forma en que lo haces, no se vuelve tedioso. Así que felicitaciones por eso y por seguir de la misma forma.

PD: para mi las cosas que hacen sentir, son muy valiosas, me hiciste sentir mucha penita

:*
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